
Esta es una pregunta que los padres suelen hacerse de manera habitual y a la que vamos a intentar dar una respuesta.
En sí, el acto de discutir, no tiene por qué ser malo o perjudicial para los niños, si bien es cierto que conviene hacer una diferencia entre una discusión positiva y una escalada de agresividad.
- La discusión positiva es aquella en la que los adultos exponen sus opiniones y sentimientos de manera educada y sin faltas de respeto, respetando los turnos de palabra del otro y sin elevar la voz.
- La escalada de agresividad es aquella en la que los padres, al discutir, comienzan a elevar la voz, no respetan los turnos de palabra, se faltan al respeto e, incluso, en los casos más graves, llegan a la agresión física.
En el primer caso, los niños, que aprenden por imitación, ven una manera eficaz de comunicación y aprenden que no es necesario elevar la voz para darnos a entender y ven que los turnos de palabra se respetan, además aprenden que pueden expresar sus opiniones. Esto, favorece la comunicación de los niños con los adultos y con su grupo de iguales ya que aprenden a interactuar de manera correcta.
En el segundo caso, los niños aprenden que para hacer respetar su opinión es necesario gritar y ofender a los demás. Puede pasar también que, si la discusión es sobre si el niño tiene que realizar determinada actividad o no (por ejemplo irse a la cama a las 21:00 o a las 22:00), el niño juegue con los padres y haga lo que a él le interesa porque existe una división de opiniones; también puede suceder que deje de hacer caso a los progenitores porque si entre ellos no se respetan, el niño no ve la obligación de respetarles. Además de aprender un estilo de comunicación ineficaz y poder perder el respeto a sus padres o jugar a lo que más le interese en cada momento, se ha visto que existen otras dificultades que pueden surgirles a los niños, según el rango de edad encontramos:
- Entre los 0 y los 18 meses: parece que los niños son demasiado pequeños para darse cuenta de lo que sucede a su alrededor, pero lo cierto es que sí les afectan las discusiones. En los más pequeños pueden aparecer problemas de sueño, tanto para conciliarlo como despertarse más por la noche, en los más mayores pueden aparecer llantos y gritos con el objetivo de llamar la atención y que los padres dejen de discutir.
- A partir de los tres años pueden surgir regresiones a etapas pasadas como volver a hacerse pis o caca, chuparse el dedo, comer peor, etc., dificultades de habilidades sociales: para hacer valer sus derechos puede utilizar el mismo método que ha visto en los papás, puede ocurrir también que no identifiquen correctamente las emociones o no sepan cómo canalizarlas.
En conclusión, discutir delante de los niños no es malo siempre que se respeten las opiniones y sentimientos del otro.